Era profesora de Lengua y Literatura y a menudo bromeaba con eso diciendo que era "una experta con dicho músculo". Lo que más nos llamaba la atención es que a menudo se “quejaba” de tener sueños eróticos y no dudaba en compartir esa "terrible" experiencia con nosotros. Algunas veces, nada más llegar al centro, nos comentaba que se había tenido que dar una ducha bien fría porque por culpa de alguno de esos sueños. De ahí que opine que es una tía realmente morbosa, pero creo que no lo hace "por ponernos cachondos". Por lo que la conozco, diría que es su personalidad, es aplastantemente sincera y siempre dice lo que piensa, sin filtros, aunque a veces eso choque con las expectativas y opiniones de los demás.
Aquella mañana Carla volvió a darse una ducha fría. Durante mi primera hora libre coincidí con ella en un pasillo y, puesto que ella tampoco tenía clase, fuimos a la cafetería a tomar algo. Durante un buen rato estuvimos hablando de política, tema que nos apasiona a los dos, pero al final me decidí a llevar la conversación por el tema que más me interesaba en ese momento; el sueño que provocó la ducha fría de esta mañana.
—Bueno, Carla, esta mañana también te has pegado un duchazo frío, ¿no?
—Pues sí, pero vamos, estoy acostumbrada ya.
—Pero, ¿qué pasa? ¿Tienes sueños de ese tipo muy a menudo?
—Bastante, de hecho hace poco empecé a ir a un psicólogo, porque la verdad es que hasta cierto punto me preocupa. Todos tenemos sueños subidos de tono, pero yo, últimamente, los tengo tantas noches seguidas que me da por pensar que me voy a volver loca o que me falla algo o no sé…
—¿Qué te dice el psicólogo?
—Dice que lo más seguro es que esté reprimiendo algo en la vida real y que todavía no sé lo que es... Algo de eso.
—¡Bah! A mí eso me suena a frase prototípica de psicólogo.
—Ya, yo también lo pensaba al principio. Y hasta estaba cagada por si en alguna de sus sesiones me soltaba que lo que me pasaba es que me lo tenía que tirar ahí mismo...
—Hombre no sé, quizá algo de razón tiene, en lo de que es algo que reprimes, no en que te lo tengas que tirar, claro, pero vamos, a mí es que nunca me han gustado demasiado los psicólogos.
—A mi tampoco, pero ya ves hijo...
—Bueno… ¿y con quien sueles soñar?
Ella entonces me clavo la mirada como si mi pregunta fuera demasiado indiscreta. Traté de continuar suavizando un poco la cuestión.
–Quiero decir… ¿sueñas con gente desconocida? ¿con amigos? ¿compañeros? —reformulé.
—Tranquilo, —contestó entre risas— si es normal preguntarlo. En realidad sueño un poco con todo el mundo. Más a menudo con mis compañeros de trabajo. Y compañeras…
—¿El de esta noche con quién ha sido? —me atreví a preguntar.
Ella cambió la cara, miró hacia arriba y esbozó una sonrisa juglaresca. Parecía que le estaba gustando recordarlo.
—El de hoy ha sido con mi compañera de piso, fíjate.
—Ah… Bien, bien. No sabía que te gustaban las tías.
—Bueno, es que nadie tendría por qué saberlo… ¿no? Pero... En realidad, creo que no me gustan, como norma general.
—¿Eso que quiere decir?
—Es que no se como explicarlo… A mi me encantan los tíos y francamente, no me veo saliendo con una tía. Pero a veces me topo con alguna tía que… me la follaría y mucho. Nunca lo he hecho, ¿sabes? Creo que me tiene que gustar muchísimo como para llegar a hacerlo…
—Sí, eso en mi pueblo se llama ser bisexual…
—Bueno, en cierto modo, dicen que todos somos bisexuales.
—Me gustaría mucho discutir sobre eso, pero... Me mata la curiosidad. ¿Qué pasó en tu sueño? ¿Te gustó?
Ella se empezó a reír, consciente quizá de que me estaba alegrando la mañana con su confesión.
—Me encantó, tanto que me he levantado con unas ganas terribles de ir a su cama y comerle el coño sin ni siquiera despertarla…
—Guau, joder… ¡tú no te cortas!
—Es que fue la hostia. Solo de recordarlo me pongo mala.
Los dos permanecimos un rato en un silencio algo tenso y que pedía a gritos ser quebrado.
—Bueno joder, venga cuéntame un poco, ¡no me dejes así! —arranqué a decir.
—Vale, pero procura no hacerte una paja, que está lleno de gente...
Nos empezamos a reír y por fin empezó a contarme su sueño:
“Mi sueño empezó como terminó; en la ducha. Me acababa de meter y había puesto a correr el agua caliente. Recuerdo que lo primero que hice fue observar detenidamente mi cuerpo, sobretodo los muslos, cerca de la entrepierna, buscando puntos negros, granitos y pelitos enquistados, ya sabes… ese tipo de cosas. Una vez revisado todo me acerqué al chorro y dejé resbalar el agua caliente por mi cuerpo. Me sentía fenomenal, pero de repente, un extraño ruido me sacó de la placentera sensación. Parecía que alguien se había metido en el baño. En aquel momento sólo estábamos en casa mi compañera de piso y yo, así que no me preocupé. Imaginé que era ella que había entrado a coger algo del baño, pero me quedé extrañada al ver su silueta inmóvil detrás de la mampara, con su rostro dirigido hacia mí.
A pesar de lo extraño de la situación, no me importaba, de hecho, en el fondo empecé a desear que se metiera conmigo. Al cabo de unos segundos pude ver como se quitaba la ropa. Me empecé a excitar mucho y creo que ella, de alguna manera, sabía cómo me sentía. A través de la gruesa mampara y del denso vaho, pude distinguir vagamente su cuerpo desnudo, mezclándose con el vapor y el húmedo ambiente. Me moría de ganas por que abriera la puerta y entrara conmigo. Tanto que mis manos ya estaban masajeando mi clítoris casi sin darme cuenta.
Abrió la puerta. Casi me corro cuando sus pezones rozaron los míos a medida que entraba en la ducha. Empezamos a besarnos y acariciarnos por todos lados. Mis manos navegaban por su espalda y cuando llegaban al culo lo apretaban y presionaban contra mí. Sus manos hacían lo mismo, su dedo índice pasaba suavemente por entre mis glúteos haciéndome gemir de ansias por que su boca me devorara. Ella se inclinó y comenzó a lamer mis pechos. Jamás nadie me había lamido los pechos así, ni en sueño, ni en realidad. Cuando sus labios rozaban mis pezones creía volverme loca, era como si lo hubiera estado deseando toda mi vida. A la vez que me los chupaba su mano pasaba por mi vientre y bajaba hasta mi pubis. Tocaba y manoseaba delicadamente mi coño, de la forma que yo quería exactamente, es como si conociera de antemano todas mis preferencias sexuales.
Entonces me cogió de los brazos y me obligó a que me sentara sobre un pequeño reposadero donde dejábamos nuestros botes de champú y jabón. Miré con intención de decirle que no podía sentarme debido a que estaba todo ocupado, pero entonces ella de un golpe tiró todos los botes al suelo. Me senté y ella dirigió el chorro de agua caliente hacia mi coño. Se arrodilló y me abrió ligeramente de piernas para quedar su cabeza entre mis muslos. Ella me empezó a besar la cara interior de los mismos, muy suavemente, e iba subiendo, muy despacio, haciéndome que me retorciera de placer y respirara cada vez más fuerte.
Por fin su boca rozó los labios de mi coño, que además estaban siendo empapados con el chorro de la ducha. Pasaba su lengua lentamente, bebiéndose el agua que resbalaba. Su lengua recorría toda mi vagina. Abrí mis labios con los dedos y su lengua entró en contacto profundo con mi clítoris. Ella lo lamía suavemente, hasta con cierta ternura diría. Pero poco a poco fue aumentando el ritmo y ganando intensidad. Metió su lengua en mi agujero y después la saco y la volvió a subir para seguir jugando. Intercalaba sus lametones con ligeras succiones, atrapándolo entre sus labios, como si de una polla pequeñita se tratara. En esos momentos mis gemidos eran casi alaridos, gritaba como una loca a la que no la importaba si despertaba al vecindario con tanto placer. La cabeza se me fue y cuando me introdujo el tapón de uno de los botes de champú, reventé en un orgasmo brutal, apretando su cabeza entre mis piernas y agarrándola de los pelos. Quería sentir su cuerpo y su boca mientras me estremecía de placer. Mi cuerpo latía y ardía, no me corría así desde hacía mucho tiempo.
Cuando me relajé, miré hacia abajo y vi como ella seguía besando mi cuerpo, acariciando mi vientre con una mano mientras la otra sostenía el bote de champú con cuyo tapón me había penetrado. Lo sacó lentamente y lo metió en su boca; lo relamió hasta que ni un solo rastro de mi flujo quedó en él…”
Carla paró y sonrió mirando hacia la nada. La campana del fin de la clase sonó, pero los dos nos quedamos sin inmutar. Yo estaba totalmente empalmado ante tales declaraciones y en esos momentos solo pensaba en lo bien que me lo habría pasado si hubiera aparecido en aquel baño. Al cabo de unos segundos volví a la Tierra y le dije:
—¿Y así acabó todo?
Ella recuperó también la cordura tras unos instantes y me miró.
—No, hubo mucho más. Yo también le di lo suyo. —rió— Hicimos de todo. Pero ya te contaré otro día. No sé cómo voy a poder dar clase ahora. Sólo puedo pensar en llegar a casa y ducharme con ella.
—Joder, no me extraña. Yo tampoco sé como voy a dar clase. También estoy deseando ir a tu casa y ducharme con ella.
Los dos nos reímos y terminamos por fin de volver a la mundana y rutinaria realidad. Nos levantamos y cogimos nuestros bártulos. Estaba a punto de despedirme cuando se me ocurrió soltarle:
—Oye Carla, a ver cuando sueñas conmigo, ¿no?
—¿Contigo? Contigo ya he soñado varias veces. Ya te los contaré… en otro momento.
Y se fue por el pasillo sonriendo.

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