Entrada 11: Ducha y cama en casa ajena (2)

Estábamos exhaustos, tirados en la cama mirando al techo sin pensar en nada. Nos miramos un momento y sonreímos. En aquellos momentos de ausencia ni siquiera nos importaba el hecho de no estar en nuestra casa. No nos importaba tampoco que su amiga pudiera entrar en cualquier momento y ver la que habíamos armado en su propio cuarto.

—Tengo que ir un momento a hacer una llamada, bueno y de paso a fumar un cigarro, ¿va? —dije.
—Vale, vale, bueno pero luego vuelve, ¿eh? Creo que me apetece un poquito más antes de que venga mi amiga.

No pude evitar una leve carcajada y con el móvil y el paquete de tabaco me dirigí a la cocina. Pasaron tres minutos, uno por cada persona a la que llame. Un gesto de sonrisa se dibujaba en mi cara después de colgar a cada uno. Me dijeron lo que quería escuchar: “quince minutos”. Apuré las últimas caladas y me tomé la libertad de mirar en la nevera. Una litrona me pareció la opción más acertada para lo que iba a pasar a continuación.

—Saioa, ¿puedes venir?

Mientras venía coloqué una silla en mitad de la cocina y puse sobre una encimera unos trapos limpios. Su cara era un cuadro cuando llegó al umbral de la puerta.

—Esto es para ti – dije señalando los trapos. —Es un juego especial
—Bueno, no sé, no sé, a ver qué me quieres hacer…
—Nada que no te haya hecho ya, tú tranquila…

Y su cara seguía girando en torno a la duda y la curiosidad. Le indiqué que se sentara y sin cambiar su rostro dubitativo obedeció de inmediato. Cogí sus muñecas y las puse por detrás del respaldo, atándolas con uno de los trapos que dejé sobre la encimera.

—Oye, a ver si ahora me vas a dejar aquí así y te vas a pirar —comentó ella entre risas nerviosas.
—¡Que no hombre! ¡Cómo voy a hacer eso! ¡Es algo peor! —añadí a modo de chiste para quitar tensión al asunto. – No te preocupes, es un simple jueguecito.

Y diciendo esto cogí el otro paño rodeando su cabeza para taparle los ojos. Se oyó el abrir de la litrona y unas pocas gotas cayeron sobre su boca. Ella se relamió y la abrió un poco más. El pequeño hilo de cerveza fría resbalaba por su barbilla y su cuello. Cada gota que salía de su boca iba a ser para mi. Paseé mis labios sobre su cuello lentamente saboreándolas y volvía a subir lentamente al lugar donde brotaba el pequeño riachuelo. Mordí sus labios lentamente y me alejé otra vez para dejar ahora caer cerveza sobre sus pechos. Notaba como sus pezones mojados se endurecían dentro de mi boca. Me eché un poco yo también sobre la polla, que ya estaba de nuevo lista para entrar en acción, y se la ofrecí colocando la punta sobre sus labios. Primero la recorrió lentamente con sus labios y su lengua, saboreando la cerveza que la cubría. Del "lomo" pasaba al capullo, usándolo a modo de pintalabios para finalmente introducirla completamente en su boca.

Poco después llamaron a la puerta, mucho antes de lo que yo esperaba. Saioa pareció inquietarse demasiado, pero le dije que no pasaba nada, que formaba parte del nuevo juego. Miré por la mirilla y comprobé que todo estaba en orden. Sabía que mis amigos no me fallarían.

—Yoel, no abras, desátame.

Pero la puerta ya estaba abierta y los dos nuevos invitados se adentraron en la cocina para contemplar el espectáculo que les esperaba. Una tía buena atada de manos en una silla y con los ojos vendados, empapada de cerveza… sobra decir que en apenas unos instantes mis amigos se pusieron a mil contemplando esa escena.

—¿Qué pasa? ¿Quién es? ¿¡Yoel!?

Ninguno de los 3 contestamos. Cogí la botella y dejé caer un poco más de cerveza sobre su cuerpo. Los otros dos chicos sólo observaban. Pero cuando comencé a pasar otra vez mi lengua sobre sus pechos, reaccionaron acercándose y un par de manos se avalanzaron también sobre ellos, manoseándolos y apretándolos, ansiosos por comerse y sentir de cerca el cuerpo de aquella joven indefensa.

Saioa parecía en trance. Se notaba su nerviosismo, pero a la vez no parecía oponer resistencia. El juego había tomado un cariz inesperado y nos arriesgábamos a que llegara a ser incomodo. Sin embargo, a medida que las manos y nuestras bocas la exploraban por todo el cuerpo, ella iba oponiendo menos y menos resistencia, transformando su inquietud en suspiros rápidos y profundos.

Abrí sus piernas y comencé a chorrear aún más su coño con la cerveza fresquita que aún quedaba. Mi lengua recorría su vulva de arriba a abajo, abriendo sus pliegues y saboreando la mezcla de su sabor con la cerveza. Mientras tanto, ahí arriba, mis dos colegas se habían sacado ya sus pollas y se las ofrecían a una Saioa cada vez más hambrienta. Engullía la de uno y a continuación la del otro. La mamaba durante un rato en el que su mano pajeaba al otro y después viceversa. Era una auténtica devoradora de pollas, los chicos no querían que su boca se despegara de sus pollas ni un segundo.

La desaté de la silla y me senté sobre la encimera. Los chicos la colocaron de pie con el culo en pompa y su cara sobre mi polla. Y uno de ellos la embistió con furia, agarrando sus caderas y metiéndosela de golpe. De la embestida mi polla se metió directamente en su boca. El otro chico se quedó de pie, masturbándose y sobándole las tetas viendo como la tía a la que estaba a punto de follarse estaba siendo ahora penetrada por su amigo mientras el otro tenía la polla en su boca.

En unos minutos comenzó el baile de cambios. El chico que se masturbaba pasó a la parte de atrás, follándosela igual de bestia que el anterior. Yo me quedé de pie y mi amigo pasó a ocupar su boca. Y después de unos minutos volvimos a cambiar, ya sólo quedaba yo por probar su coño en esa tanda. Y lo hice como los demás. Agarré sus caderas y se la metí de golpe, rápidamente. Mi polla entraba y salía a toda velocidad y mis manos azotaban su culo. Sus gritos se tapaban con la polla de mi amigo y el otro se arrodillo debajo de su cuerpo dejando que sus pechos golpearan en su boca.

Le quitamos el vendaje de los ojos. Era hora de que viera cómo los tres chicos que ocupábamos la cocina iban ahora a ocupar también sus orificios corporales a la vez. Ninguno de nosotros acordamos lo que iba a pasar, pero era como si nuestros cuerpos, inconscientemente, nos guiaran a hacerlo sin necesidad de palabras. Primero me coloqué yo boca arriba sobre el frío suelo de la cocina que aún estaba ligeramente mojado de cerveza. Saioa me siguió, poniéndose sobre mi con mi polla dentro de su coño palpitante y caliente. Detrás de ella y de cunclillas se colocó uno de mis amigos que empezó a hundir uno de sus dedos en su ano. Apenas le costó, pues apenas una hora atrás había sido penetrado varías veces por mí. Delante y frente a ella se colocó el tercero, haciendo trabajar otra vez su boca, que no había parado en todo lo que llevábamos de “juego”.

David, que así se llamaba el que estaba detrás, puso su capullo caliente y aún empapado de saliva en su culo. No le costó mucho meterla, primero despacio, entrando hasta la mitad. Después la sacó y volvió a meterla por completo, esta vez un poco más. Lo cierto es que la polla de David era bastante grande y no quería ser tan brusco esta vez para no hacerla daño. Saioa era una fiera, su cuerpo sudoroso y algo pegajoso de la cerveza aún daba abasto para satisfacer a 3 hombres que no querían dejar de darle caña.

Sebas, el de adelante, había llegado al límite ante tal situación. La increíble mamada que estaba recibiendo sumado al hecho de ver como otros dos hombres llenaban el cuerpo de esa chica y asta se retorcía en un orgasmo brutal hicieron que se corriera justo en ese climax. Saioa abría la boca entre gritos de placer y dolor mientras la leche de Sebas mojaba sus labios y su lengua. Volvió a cerrar la boca después de los gritos y continuó mamando, exprimiendo hasta la última gota de su cuerpo. Sebas se retiró en el momento en que David comenzó a aligerar su ritmo. Cada vez entraba más rápido en su culo, dándole azotes y cogiéndola del pelo mientras le gritaba “zorra”.

Saioa vibraba ante tal espectáculo. Dos pollas la penetraban con fuerza, el ruido de los huevos chocando contra su piel mojada se podía oir incluso fuera de la cocina. No solo ese ruido, también el de la polla de David entrando de lleno en su culo y el chapoteo de la mía perforando su cada vez más empapado coñito. David se salió y se dirigió a su boca y así hice yo acto seguido.

Ella se colocó de rodillas esperando a recibir nuestra leche. Deseábamos inundarla completamente después de todo el placer que nos habían dado sus agujeros. Prácticamente nos corrimos a la vez, David bañando su boca y yo sus pechos, mientras Sebas los sujetaba y apretaba desde atrás para que pudiera empaparlos enteritos. Mientras ella relamía a David, dejé escapar los últimos chorros con mi polla apretada entre sus preciosos pechos. Deseaba follármelos eternamente.

Nos quedamos un rato los 4 desnudos sobre el suelo de la cocina, relajándonos y disfrutando de los orgasmos que habíamos tenido. Pero al mirar al marco de la puerta de la cocina, descubrí con asombro que había alguien más ahí. Su amiga contemplaba con cara desencajada la escena. Por increíble que parezca, no habíamos oído como entraba. Pero ahí estaba ella y parecía llevar un rato observando lo que pasaba en su cocina sin que le desagradara demasiado…

Comentarios

forever ha dicho que…
uffff, pedazo de historia Yoel!!!
muy muy buena, no veas como me puso mientras la estaba leyendo... ufffff
eres un fenomeno niño.
Clementine ha dicho que…
Me ha encantado el giro que le has dado al relato... no te digo más :D ejemmm