Aquello empezó a ser el inicio de una extraña etapa sexual en mi vida. Desde entonces empecé a mirar a mis alumnas de otro modo. Como ya dije, alguna vez imaginaba en mi cama a algunas de ellas, pero ahora se había empezado a convertir en una especia de obsesión. A veces, mientras daba clase, imaginaba a Marta debajo del escritorio, haciendo "sus cosas" e invitando a algunas de sus compañeras a unirse a la fiesta. Empezaba a pasar más tiempo con mis alumnas durante los descansos, siempre con un marcado tono de informalidad. Eso empezó a alarmar a algunos, sobre todo los más recatados, que pensaban que quizá yo no era la persona más indicada para dar clases en un instituto. Al menos eso se rumoreaba en algunos círculos.
El jueves terminé otra clase particular con Marta. Nos estábamos vistiendo y limpiando cuando ella me sugirió salir con ella al día siguiente por la noche. Le comenté que a lo mejor no podía porque tenía otros compromisos. Y es que en el fondo ya estaba deseando que aquello parase antes de que fuese a mayores y se enterara gente que no debiera.
—Venga hombre, es para tomarnos unas copas y divertirnos un poco. Sin follar —rió.— No es salir en plan "novios" o algo, ¿eh? Es salir en plan amigos, a tomar algo.
—Ya, me imagino, pero no sé, mañana tenía otros planes, no te aseguro que pueda —contesté evasivamente.— Pero bueno, tengo tu móvil, así que... si finalmente puedo, pues te doy un toque y me acerco.
—Bueno, eso es que no vas a venir, pero como quieras. Quería presentarte a unas amigas que son súper majas. Nos lo podíamos pasar muy bien todos. A lo mejor también necesitan clases particulares... —añadió con una leve carcajada pícara.
Al día siguiente me encontraba solo en casa, rodeado de montones de papeles de trabajo, algo habitual en los últimos viernes. Solía vaguear mucho durante la semana y eso acababa pasando factura. Estaba bebiendo una cerveza, corrigiendo unas redacciones de unos alumnos de la academia con el sonido del televisor como música de fondo, cuando sonó el teléfono. Sólo fue un toque, del móvil de Marta, algo que no me sorprendió en absoluto. Dudé un instante entre llamarla o dejarlo pasar, pero me vino inevitablemente a la cabeza el sonido de sus suspiros y jadeos cuando estábamos juntos, su preciosa cara salpicada de pecas con esa expresión tan característica entre cansada y satisfecha después de un orgasmo... No pude evitar llamarla.
—¿Hola? —sonó su voz.
—Hola Marta, creo que al final sí que salgo, ¿dónde estás?
—Bueno tengo una buena y una mala noticia.
—¿Qué pasa?
—Al final no he salido, esa es la mala.
—¿Y la buena?
—Pues que estoy en casa de una amiga haciendo botellón y que te puedes venir.
—No sé… ¿quiénes estáis?
—Estamos dos amigas, el novio de una y yo.
—Pfff, no sé, es que no les conozco, me da un poco de palo la verdad.
—Venga, ¡no seas así! Que nos vamos a echar unas buenas risas. Además... ¡que por fin podremos echar un buen polvo sin escondernos!
Una frase lapidaria y convincente. Tras unos segundos de duda, continué.
—Bueno, venga, pero voy a estar sólo un rato, que mañana no me quiero levantar muy tarde.
Al cabo de tres cuartos de hora llegué al chalet que me habían dicho. Había una espesa neblina de porro cuando abrieron la puerta. Fue David el que lo hizo, un tío de 24 años, bastante alto, algo desaliñado, con barba y cara de fumeta. Iba sin camiseta por lo que pude contemplar un inmenso tatuaje con letras chinas que le cubría gran parte del vientre. Imaginaba también que el chico no tendría la más mínima idea de qué significaban esas letras realmente. Llevaba un piercing en cada pezón y varios en las orejas. Me invitó a pasar y me pasó el canuto.
En el salón estaban Marta y sus dos amigas. Hacía mucho calor, debido en gran parte a que tenían encendida la chimenea, y el ambiente era pesado y húmedo, como si llevaran ahí dentro todo el día. Estaban viendo una película repartidos entre el suelo y los sofás, bebiendo cerveza, ron y tequila. El cenicero estaba hasta arriba de chustas de porro. Odio los porros.
Marta me presentó a sus amigas; Paula y Alba. Las tres iban bastante entonadas entre el alcohol y la maría, lo cual hacía que no pararan de reírse y decir idioteces. Paula tenía 19 años, era la mejor amiga de Marta y la novia de David. También algo pijilla —como Marta— en cuanto a su forma de vestir, pero afortunadamente con mejores gustos musicales —como descubrí más adelante— que abarcaban desde el jazz hasta el rock’n’roll clásico. Tenía el pelo rizado y castaño claro, bastante largo. Su tez era más morena que la de Marta, pero no demasiado. Tenía también más curvas, incluyendo una preciosa barriguita que adornaba con un clásico piercing en el ombligo. Estaba tan buena como Alba, la anfitriona de la casa, otra morena de pelo liso, algo más corto que el de Marta. Tenía también 19, pero recién cumplidos, aunque por su rostro y su estatura, parecía sacar algunos años más a sus amigas.
Poco a poco fui adaptándome a la situación. Estuvimos un rato hablando y haciendo comentarios sobre la peli, a todos nos gustaba el cine así que fue una conversación agradable, e incluso en algunos momentos bastante interesante, lo cual me sorprendió. Llevaba ya un par de copas de ron con naranja cuando Alba sugirió subir al piso de arriba para seguir hablando en el jacuzzi. A todos nos encantó la idea.
La niña tenía un enorme baño en la segunda planta del chalet. El jacuzzi, al contrario de lo que pensaba, tenía grandes proporciones, suficientes para caber los cinco de sobra sin estar apretados. Al entrar, Marta dijo que teníamos que meternos todos en bolas o sino no tendría gracia. Dada la cantidad de alcohol que fluía por nuestra sangre no nos importó demasiado la proposición, así que todos nos fuimos deshaciendo de nuestras prendas. Me metí rápido en el agua para disimular la gran erección que empezaba a dibujarse en mi cuerpo. Alba tenía el coño completamente depilado y Paula recortado a lo "brasileño", con una tira no muy gruesa de vello cubriendo su pubis. El de Marta ya lo conocía de sobra, pero consiguió igualmente que empezara a circular rápidamente sangre por mi pene.
Alba se sentó a mi lado izquierdo y Marta al derecho. Paula se sentó sobre su novio el cual la abrazó fuertemente. No podía seguir el hilo de ninguna conversación dada mi excitación. Notaba las suaves piernas de Alba junto a las mías y el calor del cuerpo de Marta. A pesar de la situación, logramos seguir conversando y bebiendo como si nada, aunque cada vez me sentía más cerca de las dos chicas que tenía al lado.
De pronto, sin venir a cuento, noté la mano de Alba acariciando suavemente mi pierna por debajo del agua. Empecé a pensar que quizá era un maquiavélico plan de Marta para comprobar hasta donde era capaz de llegar, pero acepté el reto y mi mano también respondió acariciando la suya. En ese momento Marta me miró y nos empezamos a besar. Alba cogió mi mano y la llevo a la cara interna de sus muslos. Respondí apretando ligeramente sus carnes y subiendo la mano hasta su coño.
Paula y su novio decidieron imitarnos y también empezaron a besarse y en apenas unos segundos ella se dio la vuelta y se sentó encima de su polla. Sus gemidos nos estaban poniendo a mil y Marta comenzó a masturbarme. Para entonces mis dedos estaban explorando abiertamente la hendidura de Alba, que también suspiraba sonoramente. Le introduje un par de dedos y empecé a masajearla por dentro, lenta y profundamente. Marta había dejado de besarme y ahora reemplazaba su boca por sus pechos. Me posaba un pezón en los labios y después cambiaba por el otro. De vez en cuando inclinaba más su cuerpo y me cogía la cabeza ahogándome casi literalmente con cada pecho.
Los gemidos de Alba y de Paula eran atronadores, por fin la situación tensa del principio había dejado paso a la seguridad de que aquella iba a ser una noche de sexo libre, aunque aún tenía dudas sobre si podría follarme a la preciosa Paula, que no paraba de botar sobre la polla de su novio. Pero sí podía follarme a Alba y es lo que quería hacer en ese momento.
La cogí de las caderas y le hice un amago para que se diera la vuelta y se pusiera de rodillas en el banco donde estábamos sentados. Ella obedeció y yo me levanté y me puse detrás suya. Le acaricié los glúteos suavemente, pasando mis dedos también por su depilado coño. Marta se sentó a su lado y empezó a lamerla y besarla por la espalda y los brazos. Alba se deshacía en gemidos y me suplicó que la follara. Marta posó las manos en los glúteos de la anfitriona y abrió su culo incitándome a que le metiera mi polla. No quise hacerla esperar más y le restregué la punta de mi polla por toda la longitud de sus pliegues. Era un placer indescriptible rozar nuestros sexos sin sentir un solo pelo de por medio, tan sólo su piel caliente y palpitante. Mi polla entró de golpe como un cuchillo cortando mantequilla. Estaba tan mojada que pareció ser absorbida. Marta, mientras tanto, le frotaba el clítoris con sus dedos y la besaba.
Paula y David decidieron imitarnos justo a nuestro lado. Entonces Marta salió del jacuzzi y se puso de pie frente a la cara de Paula, que seguía gritando exageradamente. Elevó su pierna apoyando el pie en el borde de la bañera y con su mano acercó aún más la cabeza de su amiga a su delicioso coño. Miré con envidia la lengua de Paula al posarse sobre los pliegues de Marta. Me encantaba devorar su sempiterno húmedo coño en nuestras clases.
Con una coordinación perfecta, como si ya lo hubieran practicado más veces, David sacó la polla del coño de su novia e inmediatamente Marta se inclinó hacia ella. El chico empezó a gritar y a Marta sólo le hizo falta posar sus labios en su capullo para que terminara de explotar en una gran corrida. Ella le siguió ordeñando con su mano mientras su leche no paraba de gotear por su boca y su barbilla, cayendo en el culo y la espalda de Paula. Cuando le hubo exprimido la última gota con sus preciosos y viciosos labios, le empezó a besar profundamente. Yo la estaba mirando y ella me devolvió la mirada con la sonrisa propia de una auténtica arpía. La noche no acababa más que empezar...
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