Sus amigas eran de lo más extraño. Alba y Paula apenas salían viernes y sábado y cuando lo hacían volvían pronto a casa llamándonos a Marta y a mí para ir a visitarlas. Eso significaba inevitablemente celebrar una orgía en compañía del inseparable David. Por alguna extraña razón, Marta no sentía ningún tipo de celos cuando tenía sexo con sus amigas y ella, sin embargo, la vida fuera de ese círculo era bien distinta. Las miraditas a otras tías o cierto tipo de comentarios no eran de su agrado. Tampoco veía con buenos ojos la posibilidad de quedar yo a solas con Alba o Paula… Sin embargo, los fines de semana en casa de la niña pija todo cambiaba y no había ningún tipo de restricciones o ataduras. La casa de Alba era un extraño reducto caótico dónde no existían leyes ni sentimientos.
La situación se fue tensando poco a poco. Las visitas de Marta al instituto a la salida de mis clases hacían aflorar mis nervios e incomodidad. Cada vez me sentía más agobiado con esa relación que me estaba consumiendo y obsesionando. Por otra parte, no íbamos a ningún lado… Pese a que no comentábamos nada al respecto, los dos sabíamos que habíamos pasado de tener una morbosa relación meramente sexual a tener una relación indefinible, pero de algún modo estable y clandestina, cosa que no me gustaba con ella. Por eso, después de dos meses de idas y venidas decidí poner punto y final.
Y qué mejor para distraerme y olvidarla que utilizar las famosas redes sociales en internet. Nunca fui uno de esos aficionados a los chats aunque los había usado varias veces. Entre los chavales de mi clase parecía estar de moda una de esas redes, algo llamado Netlog, así que no dude en hacerme un perfil y comenzar a indagar en ella. En apenas unos días ya había “conocido” a mucha gente interesante aunque en especial hice buenas migas con una cuyo nick no debería revelar. La llamaré "Laura".
Pasábamos buenos ratos hablando y comentando fotos. Francamente, ella me pareció muy atractiva de primeras. Tenía el pelo negro, rizado y largo a juego con unos enromes ojos color marrón oscuro. Su rostro era simplemente precioso, todas sus facciones eran muy suaves y curvas, como su cuerpo. Su estética era algo así como una mezcla entre hippie y rockanrolera. Sea como fuere, no podía evitar tener alguna fantasía con ella y una noche de aburrimiento se lo confesé después de un largo tonteo. Lejos de lo que esperaba, ella también me relató como podría ser un hipotético encuentro entre nosotros. Fue una noche muy divertida.
Sin embargo, no dejaban de ser ensoñaciones. La realidad era bien distinta; ella tenía novio desde hace mucho y vivía relativamente lejos, en Cáceres. Quizá fuera eso lo que hacía que la deseará más de lo normal. Era una especie de utopía, un oscuro objeto de deseo inalcanzable que alimentaba mi curiosidad y hacía que Marta ocupase cada vez menos espacio en mis pensamientos. Todo eso se disolvió en cuanto recibí la feliz noticia de que iba a ir a Madrid a un concierto.
A pesar de que yo no iba a ir al concierto, ya habíamos hablado de quedar después para tomar algo por la noche madrileña. Creo que en ese momento éramos conscientes de que quizá las ensoñaciones solo iban a quedarse en eso, también entre otras cosas porque por desgracia también iba a venir su novio con ella. Tampoco es que tuviera planeado que el objetivo principal fuera acostarme con ella, pero es verdad que no iba a poner impedimentos para que eso ocurriera.
Quedamos en la boca de metro de Bilbao. Con poco más de 20 minutos de retrasó finalmente apareció y nos abrazamos efusivamente gritando nuestros nicks de Netlog como si tuviéramos 15 años y la vida se nos fuera en ello. Tras ella estaba su novio y una amiga, cuyos nombres no consigo recordar ahora. Tras las presentaciones pertinentes fuimos a uno de mis garitos preferidos acompañados de otros dos colegas míos que por suerte congeniaron bien con el novio, dándonos suficiente libertad para hablar con tranquilidad ligeramente alejados del resto.
Ya dentro del local, el alcohol comenzó a correry también la gente a apretarse debido a la continua entrada de gente. Laura y yo no parábamos de reír y charlar a una distancia cada vez menos prudencial. Notaba perfectamente su aliento y el susurro de su voz en mi oreja cuando nos decíamos algo al oído para entender mejor. Hubo varios descansos entre copas en las que se dejó paso a los chupitos en los que todos brindábamos y continuábamos hablando en corro durante unos minutos. Pero al final siempre ella y yo acabamos ligeramente apartados del grupo, comentando cosas de nuestras conversaciones anteriores y pegándonos aún más. El sudor de nuestros cuerpos hacía que las pieles desnudas de nuestros brazos quedaran ligeramente solapadas disfrutando aún más de nuestra cercanía física.
En un momento dado le comenté que tenía que ir al baño y ella decidió acompañarme porque también tenía que ir. Bajamos las escaleras desapareciendo temporalmente del bullicio. Los baños eran mixtos, pero por suerte no había cola para entrar. Estaba todo ocupado excepto una de las letrinas. Le ofrecí pasar primero a ella, pero ella insistió en que entrara yo.
—Venga no, entra tú, que yo me puedo esperar. —perseveré.
—Yo también, venga, yo mejor te espero aquí.
—Que no, en serio, pasa tú.
—¡Al final nos quitan el sitio!
—Venga va, pasamos los dos. —dije abriendo la puerta.
Y tomándola de la mano, entramos los dos juntos riéndonos. Estábamos apretados, pero teníamos suficiente espacio para no molestarnos. Ella seguía riéndose mirando hacia la puerta mientras yo meaba.
—Venga, no mires que ahora voy yo. —Dijo ella cuando yo terminé.
Era una escena extraña, pero de algún modo nos encontrábamos cómodos. Los dos sabíamos que aquel momento iba a ser probablemente el único de la noche en que tendríamos una oportunidad para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Mientras ella orinaba yo tenía una particular lucha con mi equilibrio en la que, de momento, perdía. Seguíamos riendo.
Ella terminó y se incorporó. En ese momento me di la vuelta y quedamos frente a frente. Escudriñamos nuestros rostros. Las risas dejaron paso a unas muecas sonrientes teñidas de deseo. Ella aún no se había subido los pantalones. Nos miramos a los ojos. Luego los labios. Nos besamos.
Bajé los tirantes de su camiseta al tiempo que mi boca se movía por su sudoroso cuello. Lo hacía con ansia, deseoso de descubrir los pechos con los que había estado soñando toda la noche. Sin poner mucho cuidado, le quité el sujetador, rompiendo uno de los enganches traseros. Agarré sus pechos y llevé uno de sus pezones a mi boca. Ella bajó una de sus manos hasta mi entrepierna.
No oíamos nada fuera del baño, a pesar del bullicio y el continuo entrar y salir de gente, el sonido de nuestras fuertes respiraciones lo cubrían todo. Seguía mamando sus pechos apasionadamente. La saliva se mezclaba con la piel ligeramente cubierta de sudor formando una película ligeramente pegajosa. Me encantaba ese sabor, ese olor. Una de mis manos dejó de sobar su pecho y fue directamente al interior de sus bragas. Mis dedos palpaban ansiosos y algo torpes por el alcohol. Parecía tener el pelo muy bien recortado, como si supiera que esa noche un cuerpo desconocido lo fuera a explorar. Mis dedos se hundieron en su vulva notándola completamente empapada y caliente.
Laura se movió ligeramente a un lado, apoyando su culo en la pared y abriendo una de sus piernas que acertó a reposar sobre la tapa del retrete. Yo saqué mi polla, que a esas alturas ya estaba bien erguida. Nos masturbamos mutuamente mientras seguíamos besándonos en una perfecta armonía de suspiros. Acerqué mis caderas. Quería follármela mientras nos comíamos a besos. Agarré su culo, ella irguió ligeramente su pelvis y se la metí con una acometida firme. La saqué entera, degustando aquella maravillosa sensación y volví a metérsela con fuerza hasta el fondo. Con cada embestida su culo y espalda presionaban la pared haciendo un ruido considerable que, junto con el de sus gritos, no sembraban ninguna duda de lo que estaba pasando en esa letrina. Pude oir algunas risas e incluso algún grito de ánimo. Los dos nos reíamos mientras gemíamos, por fin nuestras ensoñaciones se estaban cumpliendo de la manera más insospechada; en un sucio lavabo…
Aumenté cada vez más el ritmo, nuestros cuerpos chocaban y tapábamos ligeramente los gritos uniendo nuestras bocas en intensos besos. Me encantaba el sabor de su lengua, no quería dejar de saborear esos cálidos besos en toda la noche. Agarré sus brazos y los puse en alto impidiéndola hacer cualquier movimiento con ellos. Ahora follábamos a un ritmo bestial, como si hubiéramos estado deseando hacerlo desde hace años. Agarré y presioné bien sus muñecas mientras seguía embistiéndola con fuerza. Ella comenzó a reir. Por un momento eso me confundió, pero pronto entendí que simplemente era su reacción al orgasmo. Su cuerpo se convulsionaba y su coño palpitaba y apretaba mi polla con fuerza. Saqué la polla y contemplé con asombro como un chorro de líquido salía despedido de su coño y empapaba toda mi entrepierna. Su corrida bajaba entre sus muslos. Ella sonreía y seguía estremeciéndose con cierta expresión de alivio en su cara. Nunca había visto nada igual. Solté sus brazos a pasé a agarrar su cintura mientras me arrodillaba para lamer el líquido que manaba de su coño. Lamí sus piernas pasando la lengua hasta la misma entrada de su coño, presionando y abriendo sus labios. No quería dejar de probar ni una gota de sus fluidos. Quería saborearla.
Después de un breve descanso en el que no paré de degustar sus jugos, le di la vuelta y volví a ponerme de pie. Coloqué mi polla entre sus glúteos y comencé a frotar…
(continuará)
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